Time to take risks •



Y resulta que ahora estoy del otro lado del amor.

Negro sobre blanco

• Cuesta tanto escribir cuando se sienten tantas cosas. Cuesta porque pareciera que la única forma de expresar las cuestiones se ha perdido, porque se desconoce el lenguaje, se transforman las sensaciones que se dibujan en la piel y se pierde la conciencia del paso del tiempo. Pero no quiero hablar de palabras, de colores tornasol, de eclipses de luna a las cinco de la mañana ni de manos que buscan otras manos para enredarse en la cintura y dibujarse arabescos con la mirada. No. 

Quiero hablar de algo que no haya dicho nunca. Quiero escribir palabras que no conozca, que se sucedan solas mientras las voy escribiendo, que se intercepten letra por letra con cada golpecito en cada tecla o cada gota de tinta sobre la hoja. Quiero pensar en otros términos. No decir siempre que voy a llorar pero no llorar nunca, ni buscar un par de ojos azules entre las letras del relato, ni andar por ahí a los tumbos con el amor: esquivándole si se acerca, acechándolo si se va.  Quizás pueda jugar a ser otra. 

No esta que soy, que bien me gusto así como soy, cuando me pongo las manos sobre los pechos y tiro la cabeza hacia atrás, entreabro la boca y pienso que me veo hermosa así, tan  llena de mí misma, de mi femineidad que me explota en todos los lugares de mi cuerpo y me hace sentir convexidades bajo la yema de los dedos.  Así me descubro y me voy escribiendo toda... cada centímetro de mí está ocupado por alguna palabra, que llevo escrita como un mantra tatuado en negro sobre el terciopelo blanco que es mi piel. •


L.A

Tomate •


• Dejo a un costado el libro que estoy leyendo, ya casi en las últimas páginas, porque me urge en los dedos escribirte estas palabras. Quiero que sean nuevas, frescas, recién cortadas, como un tomate robado de la planta, herido en dos con mi cuchillo, en la cocina, mientras con tus manos me vas marcando pliegues de caricias en la cintura y yo hago llover sal para hincarle el diente y que el jugo corra por la comisura de mi boca. • 

L.A

Setenta y seis mil ochocientos trece

• Subo al colectivo y le entrego al que está sentado en el primer asiento un billete de dos pesos. Acá la gente se saluda, se dice "buenosdías", "buenastardes", "buenasnoches". Ponen cara de conocerse entre todos, de recibir con los brazos abiertos al turista, aunque en verdad yo se que nos maldicen entre dientes por convertir la ciudad en un pandemónico microcentro durante la temporada de verano.

El tipo me da un boleto de papel de colores, de esos a la antigua, con el nombre de todas las secciones y un número que yo me encargo de mirar para ver si sale capicúa. Setenta y seis mil ochocientos trece.

Cuando armé el bolso la premisa fundamental fue hacerlo lo más liviano posible y desechar cualquier cosa que supiera que no iba a usar. Apenas van cinco días y ya tengo la certeza de que hay ropa que va a sobrarme. Lo que creí dejar en la mesita de luz fue la sensación de extrañar al hombre que sí sabía que iba a extrañarme. Una vez más me equivoqué. La muy segura que yo solía ser ahora anda insomne por la casa preguntándole a su sombra qué habrá commido, si tendrá frío, qué estará pensando o con quién dormirá por las noches. Ya agoté todas las palabras que hubiera podido decirle. Ahora sólo necesitaría un rato para acomodarme al lado suyo, olerlo y escucharle la respiración, sólo eso.

Luego me volvería a mis vacaciones. Porque yo también quiero vacaciones, mi cabeza las necesita. Es fundamental que se detenga por un par de días la humareda constante que resulta de mis razonamientos intrincados y dejar que el silencio se lleve todo.

Del sol me escondo porque no me gustan las marcas que me deja sobre la piel, propensa a encenderse como una fruta de verano. Del mar me escapo, no vaya a ser que su ferocidad devoradora termine por seducirme y me convoque a las profundidades. Pero sí me da por subirme a un colectivo, a ver si en una de esas me toca un boleto capicúa y puedo mandárselo en una carta, junto a un mandala y un poema, para hacerle recordar solamente que lo extraño, que con el boleto tenemos todavía un viaje más en ese colectivo que él y yo conocemos, y del que no quisiera bajarme nunca. Ni siquiera en vacaciones. •

L.A

Lo femenino


• Hoy venía pensando, mientras viajaba en colectivo, en que hay cosas que están mal escritas, mal dichas, mal usadas... Por ejemplo, cuando decimos "lo femenino"... ¿no es acaso una contradicción en sí misma? ¿Cómo vamos a mencionar a cierto objeto con características femeninas si el sustantivo que lo nombra comienza siendo masculino? No sé. Que alguien me explique. Pero estas son las cosas que me pasan cuando viajo en colectivo. •

L.A

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