... si pudiera
bajo los cielos negros te comiera
el corazón con dientes de leona...
Alfonsina Storni
• Un hombre con los ojos del color del cielo, con un fulgor en la mirada que me provoca el deseo incontenible de mirarlo también, a los ojos, embarcándome en una lucha de colores y pupilas que se encuentran y se afrontan, se pelean y combaten para ver quién cede primero, acercándose y dilatándose al extremo, buscando el reflejo cada uno en el espejo del otro. Y es su azul el que se impone, dejándome quebrada, ciega y mirado hacia un costado, como pidiendo permiso para mirar y perdón por haber mirado.
Luego el hombre ríe. Y su risa hace girar a todas las constelaciones hacia su nombre, hace despertar de las entrañas de la tierra al trueno y al relámpago y sin saberlo, sin presentir su violencia abrumadora, los vuelca sobre mí.
Mi fragilidad se quiebra ante semejante potencia y cada partícula de mi cuerpo se desdobla buscando extenderse, languidecer, debilitándome los nervios y con la voz pendiendo de un hilo, cediéndome apenas un resabio de su fuerza para acomodarme a su lado, buscando algún hueco dónde poner este cuerpo mío, minúsculo y desvalido en su costado de asombrosa intensidad.
Es entonces cuando él me estrecha, me abraza y me tiende lazos de los que yo no creo poder librarme nunca. Me aprieta contra sí y es dulce el dolor de sentirme junto a los golpes que se no se llegan a oír desde adentro, temiéndole a ese compás violento que saldrá imprevistamente de su cauce y de un momento a otro crecerá sobre mí como un río, como un caballo a galope escapando del alba. Y no importa que me haga daño, que al querer besarme termine por morderme. Saberlo cerca es sentirlo fuerte. Y estar a su lado es burlar la muerte. •
Luego el hombre ríe. Y su risa hace girar a todas las constelaciones hacia su nombre, hace despertar de las entrañas de la tierra al trueno y al relámpago y sin saberlo, sin presentir su violencia abrumadora, los vuelca sobre mí.
Mi fragilidad se quiebra ante semejante potencia y cada partícula de mi cuerpo se desdobla buscando extenderse, languidecer, debilitándome los nervios y con la voz pendiendo de un hilo, cediéndome apenas un resabio de su fuerza para acomodarme a su lado, buscando algún hueco dónde poner este cuerpo mío, minúsculo y desvalido en su costado de asombrosa intensidad.
Es entonces cuando él me estrecha, me abraza y me tiende lazos de los que yo no creo poder librarme nunca. Me aprieta contra sí y es dulce el dolor de sentirme junto a los golpes que se no se llegan a oír desde adentro, temiéndole a ese compás violento que saldrá imprevistamente de su cauce y de un momento a otro crecerá sobre mí como un río, como un caballo a galope escapando del alba. Y no importa que me haga daño, que al querer besarme termine por morderme. Saberlo cerca es sentirlo fuerte. Y estar a su lado es burlar la muerte. •
L.A
3 voces se mezclaron con mi voz:
Una mujer. Azul. El mar.
Hermoso.
Te felicito, una exquisitez de palabras, metáforas y situaciones sugerentes. Parece haber pasado una eternidad en aquellos momentos intentos de nerviosismo y devoción, sin embargo, vamos a querer que el momento final dure una eternidad.
Me ha encantando.
Vas a mis twitter.
Agüita que cae, sobre los ojos, azul la luz que mira, abraza la luz y mira, mujer, agüita que cae, azul.
Un beso grande Lola.
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