El beso del hombre araña •

• Fue una cosa de no creer. Me acosté muy tarde, contando los minutos para no pasarme de largo. Me sobresalté a las dos horas con el despertdador y una mano hinchada. Un punto inflamado sobresalía entre los nudillos del mayor y el anular. Me levanté de la cama bailando en una pata. Mi sueño hecho realidad. Mi fantasía concretada en una sola noche. Era Peter Parker que había venido a buscarme. Seguro que al mirarme al espejo iba a encontrarme pelirroja como un plato de fideos, con las caderas perfectamente torneadas y una galaxia de pecas asomando por un escote frondoso y turgente. La reencarnación de Mary Jane, sin lugar a dudas. Pero no. El espejo me devolvía una imagen inflamada de todo mi cuerpo y la mano, que no hacía falta mirarme en ningún lado para darme cuenta que me dolía. Y me dolía mucho.

Con los ojos apenas abiertos terminé en la guardia médica. Una anestesia local, un beso de bisturí para facilitar el drenaje, una caja de analgésicos, una inyección antiinflamatoria y una receta para comprar antibióticos. Había sido solo un sueño. O una pesadilla que no había podido mantener del otro lado. Y así me fui con una mano vendada al trabajo y los medicamentos y los papeles en la otra. Lo más curioso fue que el enfermero que me atendió, mientras se ocupaba de desinfectar la picadura, dejó entrever asomando por debajo de las mangas de su camisa, un tatuaje en forma de tela de araña. Al irme me guiñó un ojo. No lo sé. Pero esta noche, por las dudas, yo vuelvo a dejar la persiana entreabierta. En una de esas se me da. •

L.A