Rosalba es una mujer pez. Sí, por extraño que eso parezca. Mujeres pez. Nadie las conoce porque hay pocas en el mundo. Qué digo pocas. Quizás haya una sola. Y esa una es Rosalba. Pero el mundo es grande y las mujeres son infinitas, así que cabe la posibilidad que todas sean mujeres pez, menos yo. No lo sé. De lo que estoy segura, es que Rosalba es una mujer pez. De esas que se sienten en el agua con total soltura del mismo modo que el resto de los mortales andamos por la tierra y en parte por el aire, cuando algún amor nos lo permite. Eso es fácil de deducir, eso lo sabe cualquiera. La cuestión radica en que el agua, para Rosalba, son los colores.
No es que duerma en una bañadera llena todas las noches. No es que haya que hidratarla de contínuo para que no muera ni que sumerja las manos, en pleno invierno, en los baldes del jardín de su abuela. No. Rosalba es una mujer pez porque nada en colores. Y cuando digo colores, no digo solamente azul, violeta o rosa, que son los colores fundamentales que constituyen la existencia del mundo. Me refiero a que Rosalba vive de contínuo sumergida en un espectro líquido de tonalidades diversas. Vaya donde vaya, no se deshace jamás de esa gran masa tecnicolor que la rodea como una burbuja, pero que también salpica, se derrama, se extiende y se contagia a los que tiene alrededor.
Rosalba tiene aletas para dibujar líneas en su gran universo de agua. Dibuja aquí, allá. Ningún espacio le queda en blanco. Llena las agendas, los cuadernos, los boletos de colectivo, las servilletas de los bares, los márgenes de los libros, el reverso de los documentos importantes, los billetes de dos pesos, los sobres de las cartasy hasta el dorso de sus propias manos. Hay mañanas en las que amanece toda escrita, toda dibujada, toda llena de líneas, de puntos, de estrellas... pero bueno, seamos sinceros, ahí ya no es simplemente producto de sí misma.
Rosalba tiene una cola mágica con la que anda deslizándose por la vida. Toma trenes, colectivos, va hasta la casa de su tía, pasea por San Telmo, recorre todas las plazas, las calles y las esquinas. Y cuando está cansada, cuando está agotada de nadar, de moverse, se tira al sol acurrucada entre cuerdas y descansa. Se duerme. Ahí es cuando uno la puede observarla en su mayor esplendor, con las escamas de la piel brillándole en tornasoles, con todas las estrellas brotándole por los poros y todos los dibujos saliéndole por la boca entreabierta, ascendiendo en el aire, enredándose en las copas de los árboles, trepando hacia la altura y algunos quedándose adheridos a las nubes. Es mentira eso que dicen. Que el pez por la boca muere. Pero igual, Rosalba no es un pez cualquiera. Rosalba es un pez de pasto.
No es que duerma en una bañadera llena todas las noches. No es que haya que hidratarla de contínuo para que no muera ni que sumerja las manos, en pleno invierno, en los baldes del jardín de su abuela. No. Rosalba es una mujer pez porque nada en colores. Y cuando digo colores, no digo solamente azul, violeta o rosa, que son los colores fundamentales que constituyen la existencia del mundo. Me refiero a que Rosalba vive de contínuo sumergida en un espectro líquido de tonalidades diversas. Vaya donde vaya, no se deshace jamás de esa gran masa tecnicolor que la rodea como una burbuja, pero que también salpica, se derrama, se extiende y se contagia a los que tiene alrededor.
Rosalba tiene aletas para dibujar líneas en su gran universo de agua. Dibuja aquí, allá. Ningún espacio le queda en blanco. Llena las agendas, los cuadernos, los boletos de colectivo, las servilletas de los bares, los márgenes de los libros, el reverso de los documentos importantes, los billetes de dos pesos, los sobres de las cartasy hasta el dorso de sus propias manos. Hay mañanas en las que amanece toda escrita, toda dibujada, toda llena de líneas, de puntos, de estrellas... pero bueno, seamos sinceros, ahí ya no es simplemente producto de sí misma.
Rosalba tiene una cola mágica con la que anda deslizándose por la vida. Toma trenes, colectivos, va hasta la casa de su tía, pasea por San Telmo, recorre todas las plazas, las calles y las esquinas. Y cuando está cansada, cuando está agotada de nadar, de moverse, se tira al sol acurrucada entre cuerdas y descansa. Se duerme. Ahí es cuando uno la puede observarla en su mayor esplendor, con las escamas de la piel brillándole en tornasoles, con todas las estrellas brotándole por los poros y todos los dibujos saliéndole por la boca entreabierta, ascendiendo en el aire, enredándose en las copas de los árboles, trepando hacia la altura y algunos quedándose adheridos a las nubes. Es mentira eso que dicen. Que el pez por la boca muere. Pero igual, Rosalba no es un pez cualquiera. Rosalba es un pez de pasto.
L.A
8 voces se mezclaron con mi voz:
Loooola LOL lOlaa
qué sorpresa tan bonita me has escrito!!
sabes hace mucho que no veía mi nombre escrito en alguna prosa, creeme que nunca me escribieron algo tan tan bonito!
muchisimas gracias, me voy a dormir con una sonrisa en un dibujo de tus manos
¡Mirá justamente quién apareció! ¡La mismísima Rosalbalejandra! Ni siquiera tuve tiempo de ir a avisarte a tu blog que te lo había escrito, lo escribí en un rapto de inspiración y lo subí de raje. Gracias a vos por inspirarme! Gracias por el arte, Pez de Pasto!
hermoso.
(y el blog de rosalba tmb,,, q lindo nombre rosalba,, singular nombre...)
me gusta
escribime a mi minita....La carta llego pero la dirección no0 la tengo muy clara--- pasame tu dirección por correo electronico acu.carlos@gmail.com
Habrá que conocer a esa pez de pasto.
Por lo pronto, el post es muy lindo... muy poetico... se nota que admirás sus dibujos.
Hasta pronto Lola.
BUEN BLOG!!!
TE DEJAMOS EL NUESTRO PARA Q PASES Y SI TE GUSTA NOS COMENTES!!
GRACIAS! ;)
http://estherysonya.blogspot.com/
Mis respetos TODOS para ella.
Un nombre justo para hacer poesía.
Beso
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