• A Gabriel •
Contar una historia.
Ganar un espacio.
Conectarse con el otro.
Y dejarse llevar.
Las palabras fueron muchas, pero las acciones las superaron a todas.
Y fue difícil, porque la noche era muy oscura y no había música para el alma ni para los pies. Pero de a poco las luces se fueron apagando, los cuerpos se buscaron de a dos en algún vacío de la pista y surgió la magia, protegida por la calidez de las manos encontrándose en el aire, la cercanía de los cuerpos amarrados en un abrazo y la mezcla de las almas que se escuchó en todos los compases.
Y el bailarín que antes bailaba solo por las calles de Buenos Aires, que ensayaba pasos en las paradas del colectivo y practicaba el equilibro en los rieles de las vías del tren, ahora voló hacia el otro lado del océano, a despertar el tango entre las piernas de las alemanas y hacer palpitar milongas en los escotes de las holandesas. Y se va pensando en el regreso, en la mariposa rubia que lo espera al llegar a casa. Y en todos ellos, que ahora cuando bailan recuerdan su nombre en todos los tangos, porque bailan como él y también como ellos mismos: contando una historia, ganando un espacio, conectándose de a dos en el vacío de cualquier noche y dejándose llevar hacia el infinito, donde se pierde la noción del tiempo y del espacio, donde sólo se sienten los brazos, las piernas y dos pares de ojos se miran a través del abismo.
Y fue difícil, porque la noche era muy oscura y no había música para el alma ni para los pies. Pero de a poco las luces se fueron apagando, los cuerpos se buscaron de a dos en algún vacío de la pista y surgió la magia, protegida por la calidez de las manos encontrándose en el aire, la cercanía de los cuerpos amarrados en un abrazo y la mezcla de las almas que se escuchó en todos los compases.
Y el bailarín que antes bailaba solo por las calles de Buenos Aires, que ensayaba pasos en las paradas del colectivo y practicaba el equilibro en los rieles de las vías del tren, ahora voló hacia el otro lado del océano, a despertar el tango entre las piernas de las alemanas y hacer palpitar milongas en los escotes de las holandesas. Y se va pensando en el regreso, en la mariposa rubia que lo espera al llegar a casa. Y en todos ellos, que ahora cuando bailan recuerdan su nombre en todos los tangos, porque bailan como él y también como ellos mismos: contando una historia, ganando un espacio, conectándose de a dos en el vacío de cualquier noche y dejándose llevar hacia el infinito, donde se pierde la noción del tiempo y del espacio, donde sólo se sienten los brazos, las piernas y dos pares de ojos se miran a través del abismo.
L.A
6 voces se mezclaron con mi voz:
A ver si funciona...
Funciona tan bien como ese tango que bailando contás...
Te dejé una tarea en mi blog. Ojalá tengas ganas de hacerla.
Un beso!
Va quedando muy lindo el blog...
al fin!!
ni m acuerdo q habias escrito ahi lola!! la verdad q muy mal lo mio, no?... me duelen las manos del frio... mn grabo... deseame suerte1 mucho nervios!!
Lola, Laura Avellaneda:Hace mucho que quería dejar mis saludos y agradecerte tu participación constante en mi blog, pero siempre me pierdo en el camino.
He disfrutado mucho esto que has escrito.
Te mando un beso.
Saludos!
Mezcla de Piazzola y Cortázar, así suena tu tangocuento.
Hermosísimo!
Te dejo un beso!
Viste el mensaje que te deje en mi blog?
venia tratando de publicar un comentario desde que publicaste este post, pero en mi caso no podía.
...
esa sensacion de lejanía, de recuerdo y de espera... más aún con la participación de tango, es algo de lo que podría hablar.... y mucho.
Buen fondo musical.
MUY
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