Acerca de las fechas patrias •



• Es curiosísimo que todos tengamos más o menos las mismas versiones de la historia argentina de cuando éramos pequeños... que no logran modificarse en los años de crecimiento si uno no busca por sí mismo otras versiones y otras formas de explicar lo sucedido.

Para los niños argentinos Cornelio Saavedra es un señor con uniforme y patillas que fundó una nación, se hizo presidente y fue el primero entre todos los primeros en establecer este país. Le ganó por goleada a Fernando VII, que era malo porque era español y además boludo porque lo metieron preso.

Mariano Moreno pasa desapercibido ante semejante magnitud. Apenas se sabe que era periodista o abogado. Seguro que le gustaba escribir porque en todas las fotos aparece con una pluma. Su nombre se diluye entre otros ocho de una junta (que uno nunca puede recordar al hilo sin que le falte alguno) que sale a flote a principios del mes de Mayo de quién sabe donde, religiosamente todos los años y se olvida rápidamente a principios de Junio, cuando un tal Manuel Belgrano, con una máquina de coser en su casa, diseña una bandera, se va a Rosario y la clava a orillas de un río. Todos lo aplaudimos porque sin bandera no habría país. Porque después de que Belgrano la pintó de esos colores, el cielo se hizo celeste, la nieve se puso blanca y el Mar Argentino se volvió casi turquesa.

Después está San Martín que ese sí, fue re importante porque cruzó los Andes a caballo, mató a muchos españoles (que siempre son malos) se casó con una chica linda que le bordó una bandera (parece que la gran vocación de los próceres argentinos era la alta costura) y tuvo una hija a la que le escribió una serie de máximas que siempre se utilizan para hablar de la buena conducta en clase.

Llegando a Septiembre llega Sarmiento, un chico que nació gordo y pelado y que nunca faltaba a la escuela, porque le enseñaba a leer a sus maestros. La fiesta del día del Maestro es la mejor porque todas las docentes lo reconocen como el gran Padre del Aula, porque seguro que las señoritas tampoco faltaban nunca al colegio, sólo que ahora les enseñan cosas a los chicos.

Ya por Octubre aparece Cristobal Colón, que era enviado por los reyes católicos (¿qué chica no habrá llorado alguna vez porque el papel de reina en el acto se lo dieron a otra?), que eran españoles pero en este caso buenos, porque iban a misa y rezaban a Dios para cuando tuvieran que subirse al barco. Cuando llegaron se encontraron con "indios" (qué mágicamente vuelven a repoblar el territorio que unos meses antes estuviera plagado de rubias con miriñaque, negritas que venden pasteles y caballeros patilludos con galera). Eran negros, feos, sucios y andaban desnudos. No sabían hablar, ni tenían inteligencia y eran tontos porque tomaban las espadas por el filo. Lo que se produjo fue "el encuentro de dos mundos", porque así como cambiaron pedazos de oro por espejitos, se mezclaron los idiomas, compartieron en paz a sus mujeres, aprendieron sus relgiones mutuamente y vivieron felices hasta que llegamos nosotros, los pequeños argentinitos... que ¿qué haríamos si no hubiera venido Colón en ese barco? Todavía seguiríamos con la boleadora y el taparrabos. Así que la civilización es siempre preferida. Porque ahora tenemos presidenta y también una tele en el colegio donde podemos ver los partidos de Argentina. •


L.A

3 voces se mezclaron con mi voz:

El viento a contramano dijo...

como ya sé de esto, no voy a hacer referencia...

Sólo decirte que nada más claro y transparente que este manifiesto sobre la niñez, la educación y nuestros proceres.

:)

Julián Sick dijo...

(tamo en deuda con el tema de echarnos uno, uñas añil)

¿La vocación de los grandes próceres es la alta costura o MANDAR a sus mujeres a que practiquen alta costura?

Sí, los talleres sobre género son en esta semana. Y cuando hablo de género (babe) no hablo de telas. (ja, extraordinario!)

Lola dijo...

JULIAN:

Justamente eso debatía la otra vez con un interlocutor.

"¡Yo no soy un pedazo de tela! No soy un género! Soy mujer. Con sexo."

Que indignación me provoca, por momentos, el lenguaje.

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