•Hay moMentos•



Hay moMentos en los que entrás al hall central de Plaza Constitución luego de rendir un parcial de Derecho Civil y te das cuenta que no tenés monedas para tomar el colectivo cuando llegues. Entonces enfilás hacia el kiosko para comprar algo y que te den cambio. Mirás al mostrador y ante la indecisión pedís un paquete de Mentos, el segundo que te comés en lo que va del día, porque previamente llegaste a la facultad a las siete de la mañana y para paliar la espera del profesor decidiste ir a uno de los kiosquitos de la facultad a pedir un paquete de Mentos. Y entonces te dás cuenta que la que atiende el kiosko es una ciega (que como estás tan dormido porque te despertaste a las tres para dar un repaso general a los temas que llegaste a leer del tratado de Llambías, ni siquiera recordás el "Informe sobre Ciegos" que leíste en "Sobre Héroes y Tumbas" y no te percatás de tu reciente y leve -pero creciente- miedo a ser perseguido por no videntes, adquirido luego de leer el libro), una ciega que al verla a las siete de la mañana atendiendo el kioskito te inspira la más profunda devoción, que como no tiene idea del color ni el sabor del paquete que te está vendiendo te lo muestra con la mano en alto para que vos elijas el de manzana verde; a la cual le tenés que dar el billete directamente en la mano (porque si se lo dejás encima del mostrador no se da cuenta) y que antes de darte el cambio te pregunta con qué billete le estás pagando. Entonces ahí vos le decís que con diez pesos y mientras ella te está por dar el vuelto te ponés a pensar que bien cualquier persona le podría decir que le está pagando con un billete de cinco, de diez o de veinte, cuando en realidad le estén dando dos pesos, que de todos modos ella va a creerles. Pero al final concluís en que eso es muy poco factible que suceda porque el kiosko está ubicado dentro de la facultad de Derecho, y el derecho según Llambías es un orden social justo, y como es justo busca la obtención de los fines naturales de los hombres sin cohibir ni dificultar el acceso al fin sobrenatural de la persona humana, esto es, la felicidad eterna en la vida divina. Por ende, los cuarentamilochocientosdiez estudiantes de Derecho (según fuentes del censo dosmilcuatro, que a esta altura ya debe estar bastante desactualizado), futuros abogados, lucharán todos por ayudar al establecimiento de ese orden social justo en la Nación Argentina que, por naturaleza, se caracteriza por ser una nación justa, lo cual los pondría en un serio problema en la búsqueda de empleo al terminar la carrera. El punto es que mientras vos elaborabas toda esta tesis acerca de ciegos, billetes de diez pesos, justicia según Llambías y densidad de abogados desocupados (la cual arrojó como resultado que es técnicamente imposible que alguno de todos esos pichones de abogado engañe a la kioskera con un billete de dos pesos), la ciega en cuestión te pidió veinte centavos, porque los Mentos salían un peso con veinte y si vos le tirabas dos chirolas de diez se ahorraba de darte cambio en monedas. Entonces le dijiste que sí de buena gana, aunque usás solamente las monedas para viajar en colectivo porque escasean, pero por las causas expuestas anteriormente (que no vale la pena mencionar de nuevo) le diste los veinte centavos, agarraste los nueve pesos y te fuiste a rendir el parcial. En el camino del kiosko al aula catorce te comiste el paquete entero de caramelos, los cuales mordiste uno por uno con ayuda de tus maxilares poderosos. Esto te produjo un poco de acidez en la garganta, lo cual te hizo toser hasta dejarte los ojos rojos, pero fue un incidente de poca importancia comparado con las preguntas del parcial que no supiste responder. A la salida te intoxicaste con el humo del cigarrillo de tus compañeros, que se reían por ser tan vivos de no estudiar y aún así haber tenido la suerte de que les hayan preguntado las pocas cosas que sabian (suerte que, lamentablemente, a vos no te tocó). Y luego saliste. Bajaste las escalinatas y cruzaste la Avenida Figueroa Alcorta por ese puente que cruzás todos los días pero no tenés ni la más pálida idea de cómo se llama. Te tomaste el 67 y bajaste en Plaza Constitución.
Llegaste al hall central y enfilaste hacia el kiosko para comprar algo porque te diste cuenta que no tenías más monedas para tomar el bondi cuando llegues a tu casa. Entonces ante la indecisión pedís un paquete de Mentos, esta vez de tutti fruti (los de paquete rosa, que no son los mismos que los de paquete rojo, de frutilla). Entonces el vendedor te mira con la misma cara de imbécil que te miró el viernes cuando fuiste a comprar un paquete de Cheetos, y te pregunta si además de los Mentos querés alguna otra cosa... un chicle... un caramelo... un beso... Vos decís que no. Pero el vendedor te vuelve a preguntar para ver si estás realmente seguro, si no es que querés un beso. Y le decís que no con una media sonrisa y acompañando con un movimiento negativo de tu cabeza. Entonces se da por vencido y te dice que bueno, que otra vez será. Y a vos te dan ganas de decirle que no, que nunca jamás será, que nomás ibas para comprar un paquete de Mentos de tutti fruti y que no querías ningún beso. Pero si le decís eso sos una argentina histérica enferma de gataflorismo a la que le molestan hasta los piropos. Por eso mejor pagas, das media vuelta y te vas. Te vas riéndote, por lo que los pasajeros que caminan en dirección contraria a vos te ven sonreir con el caramelo en la boca y te dicen "que linda sonrisa" al pasar por al lado tuyo. Y vos te reís un poco más, porque lo único que querés es encontrar una cama para dormir todo lo que no dormiste estos últimos días a causa del Tratado de Derecho Civil de Jorge Joaquín Llambías que ni siquiera terminaste de leer; y escuchar esa clase de palabras dichas al pasar te causa gracia. Pero tratás de cerrar un poco la boca, no vaya a ser que el Mento que estás comiendo se te caiga de la boca, y te apurás para meterte al tren que está a punto de salir. Caminás por uno o dos vagones, y no encontrás asientos vacíos. O si, quizás alguno, pero son esa clase de asientos del primero o el segundo vagón que en los próximos minutos van a ser llenados por algún borracho o una mamá con un nene revoltoso que tiene un helado de dulce de leche en la mano. Seguís caminando dentro del tren hasta que te topás con que al final del vagón hay una de esas puertas bloquedas que no pueden abrirse, por lo que decidís salir para volver a entrar en el vagón siguiente. El tema es que el tren estaba justo por salir. No llegás a tiempo al siguiente vagón, las puertas se cierran y el tren comienza a moverse, dejándote solo en el andén. Son unos breves segundos de remordimiento, de pensar "hubieraviajadoconelborracho" o "quizásestaveznosubíaningunamadreconuniñorevoltoso" (cosa que, matemáticamente, está probada). Pero duran poco. Porque la luces del puesto de choripán iluminan fugazmente tu memoria y recordás algo escencial: que hoy vencía el plazo de préstamo en la biblioteca de la facultad para los libros que tenés en el bolso. Entonces no lo dudás ni un instante. Salís del hall, caminás dos cuadras hasta la calle Salta y te tomás, por segunda vez en el día, el 67 para ir hasta la facultad. Una vez allá el trámite es fácil: devolvés un libro y renovás el plazo de préstamo para otros dos. Hacés una escala en el baño y te acordás que necesitás monedas para volverte. Entonces pasás de vuelta por el kiosko de la ciega para comprar un paquete de galletitas Club Social, y esta vez, como desinteresadamente, te da vuelto en monedas. Que no te duran mucho en el bolsillo, porque luego de cruzar el puente liquidando las galletitas las gastás en otro colectivo 67 hasta Plaza. Y ahí sí, definitivamente, vas volviendo a casa.Pero todavía no. Todavía te falta tomar el tren (al cual ingresás en el primer vagón y te sentás en el primer asiento que encontrás libre, aunque sea al lado de una señora gorda con cola grande que te ocupe todo el espacio) y esperar a que empiece a andar. Y ahí, como si todavía le faltara algo a tu odisea, te das cuenta que en el bolsillo tenés solamente ochenta centavos, y que para el boleto de la estación en la que te bajás hasta tu casa te faltan diez más. ¿Quién va a regalarte, en un invalorable acto de altruísmo, una moneda de diez centavos? Estás fuera de la facultad de Derecho, por lo cual los actos realizados en búsqueda de la justicia social no son tan frecuentes como si estuvieras dentro. Estás cansado de parar en kioskos, comprar golosinas que deglutís en segundos y gastar plata en hidratos de carbono, solamente por diez centavos. ¡DIEZ MÍSEROS CENTAVOS! Justo pasa un ciego (el segundo en lo que va del día), con bastón blanco incluído pidiendo moneditas. Y ahí la ecuación es fácil: ¿para que vas a guardarete las monedas si no te alcanzan para el viaje en colectivo? Se las colocás en su mano abierta y ahuecada sin pensarlo demasiado.Llegás a la estación y no te queda otra: ahora tenés que hacer como quince cuadras en patabús para llegar a casa. Por lo menos tenes tiempo para pensar... y pensar tanto hasta concluír que los ciegos, los kioskos, las monedas y los Mentos.... pero sobre todo los ciegos, deben tener algo que ver en todo esto que te pasó.

¿No hay moMentos en los que te pasan cosas así?
A mí sí.

L.A

8 voces se mezclaron con mi voz:

La luna dijo...

Te respondo:

1) Yo no, bah si, pero no directamente.

2)Unos quilombos en la empresa de papá.

3)Tienen muchos receptores.

4)Clara Batida, es un ser abstracto pero a la vez tangible, a veces soy yo, a veces no. Los demás, son todos tangibles.

5)Si, Bariloche (L)


Espero haberte solucionado todo, colega.

Anónimo dijo...

ja!! como estamos con los admiradores eh!

sii lauraaa... mujeressss!!!!...

contesto por aca...
para evitar el anonimato...

aca en areco hay un bar q el dueño es un ciego... pero ciego posta... no q tiene un poco de ceguera....

se estila en estos barsuchos... servir el vaso de vino segun medida... q son de ... 0,75 ctvs $1 o $1.25.... (asi eran los precios hace muchooooooo)

entonces vos le decis ... cholo...(porq el bar, despensa, almancen, aguantadero, casino clandestino y vaya uno a saber cuantas cosas mas se llama "LO DEL CHOLO GUESSI"),

me perdi...

ah..

vos decis... cholo hace un vino de $1, entonces el hombre este.... va a la heladera.... saca el vino... saca la soda... y se sirve.. el vinoo.... magicamente en la medida de $1, puedo asegurar q no te regala nada, aun asi cuando le pedis el sumer combo de $1,25 te llena el vasoo... pero no rebalza nada de nada....

ni te cuento si le pedis gancia... o fernet...

Anónimo dijo...

lo tragicomico del caso... q tiene todo en botellas de gancia.... desde el vino... hasta el agua... y todoo en su heladera.... el solo conoce sus mañas....

y cuando le pagas.... no hace falta q le digas q billete o moneda le estas dando, no es comodo como la gente de la UBA parece.... el solo te da el vuelto y todo... sean monedas sean billetes...

no se porq dije todo esto....

pero me acorde... y volvi a la adolescenciaaa... donde iba de bar en bar... ahora ya no... soy una persona responsable!

JA!

bezzo lola!

Unknown dijo...

Ja Ja! Terminé con la lengua afuera.
Me pasó algo parecido con las monedas este domingo. Y el kiosco por suerte fue la solución. Me pasó por desprevenido.
Yo vi la peli del Informe sobre ciegos hace mucho tiempo y te aseguro que te agobia.

Me gustó tu relato. Que trajín!

Que tengas mejores días esta semana.

Ale dijo...

Aca deja de ser miss lime para ser Laura Avellaneda no?? bueno tampoco me importa, yo la saludo a Ud. la creadora de todas estas personalidades... Saludos.
A veces pasa no?
PP

Lola dijo...

Si el hombre suburbano no habilita las visualización de su perfil... no voy a poder llegar a su flog :(

Unknown dijo...

ES una historia interesante lo que te sucedió, y a pesar de todos estos ciegos la verdad que habrá sido una mañana que se te alargaba de a poco.
Estoy poniendo en un Block de notas todos tus esccritos que me gustaron, por lo cual este estará incluido, y no por el hecho de que te haya sucedido, sino que la forma de haberlo contado es bastante interesante, lo único que me gustaría ver, pero puede que sea el sentido del texto, son los Puntos Apartes, porque el etsar junto así siempre dió sensación de aprieto, de algo que es consistente y bastante duro.

Saludos Lola, en mis favoritos.

Unknown dijo...

Y los Menos me agradan.

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